COPA LIBERTADORES / NEWELL'S - ATL.MINEIRO, A LAS 21.50
Ronaldinho y sus lujos serán uno de los atractivos principales de la gran semifinal entre Newell’s y Mineiro. El equipo brasileño es el mejor de la Copa. En esta ida en Rosario, la Lepra se juega mucho.
Algo le habrá contado sobre Newell’s, Lionel Messi, en sus
tertulias catalanas, en aquellos tiempos en los que la estrella del
Barcelona era Ronaldinho y la Pulga, el futuro. Para un simpatizante de
nuestro fútbol como lo es Dinho, fan de Maradona y amigote de Leo, pisar
estas tierras tiene un significado cercano, como su Porto Alegre natal
lo está de la Argentina. En la primera fase pasó por Buenos Aires cuando
enfrentó (y deslumbró) ante Arsenal; ahora está en Rosario, y ayer
trotó, caminó, dejó pinceladas de su talento en el césped del Marcelo
Bielsa, mientras con su equipo hizo el reconocimiento del estadio. Y
hoy, desde las 21.50, con el Mineiro enfrentará a Newell’s, en el primer
chico de semifinales de la Libertadores, en un desafío que promete por
sus figuras y sus propuestas.
Jamás dejó la cola del pelotón que giró alrededor de la cancha durante unos cinco minutos, entre bromas y risas, en una entrada en calor que antecedió a un táctico en el medio de la cancha. Ahí, además de verse el equipo titular que hoy pondrá el técnico Cuca, se pudo observar detalles de la destreza del Gaúcho. No habían miles viéndolo como sí habrán esta noche, apenas un puñado de colados que pudieron entrar a un lugar que estaba vedado al público en general. Aunque, igual, había torcedores del Mineiro e hinchas de Ñúbel, que no se privaron de dedicarle gritos a Ronaldinho, quien se hizo eco... jugando, obvio. “Hacéselo mañana (hoy) a Heinze”, le dijo uno, sin perder el tono de broma. El brasileño no miró. Ni al hincha ni a la pelota: inmediatamente, hizo su clásico pase direccionado hacia el lado opuesto de su vista.
Como si se tratara de un torneo clasificatorio, tiene en su cabeza la idea de ganar esta Libertadores porque siente que así logrará convencer a Scolari -que no lo tuvo en cuenta para la Copa Confederaciones- de que la suya es una buena alternativa para Brasil en el Mundial 2014. A los 33 años, está en un gran momento. Distendido y disfrutando de su juego, no se lo ve envuelto en escándalos mediáticos, como le ocurrió durante su estadía en Río de Janeiro, cuando jugó en el Flamengo. Ahora, instalado en Santa Luzia, barrio alejado del centro de Belo Horizonte, goza y rara vez esconde sus dientes (tarea difícil, por cierto) y se pone serio. Por el contrario, la sonrisa lo acompaña seguido, como cuando salió del Marcelo Bielsa levantando su brazo y saludando a la veintena del Mineiro que lo aclamaba; o a los que lo recibieron en el hotel de Rosario (incluidos infiltrados de Central); o como cuando partió desde Brasil, pese a que debió esconderse de los fanáticos que lo habían ido a despedir con honores de crack. De él deberán cuidarse Martino y su gente. No es poco
Jamás dejó la cola del pelotón que giró alrededor de la cancha durante unos cinco minutos, entre bromas y risas, en una entrada en calor que antecedió a un táctico en el medio de la cancha. Ahí, además de verse el equipo titular que hoy pondrá el técnico Cuca, se pudo observar detalles de la destreza del Gaúcho. No habían miles viéndolo como sí habrán esta noche, apenas un puñado de colados que pudieron entrar a un lugar que estaba vedado al público en general. Aunque, igual, había torcedores del Mineiro e hinchas de Ñúbel, que no se privaron de dedicarle gritos a Ronaldinho, quien se hizo eco... jugando, obvio. “Hacéselo mañana (hoy) a Heinze”, le dijo uno, sin perder el tono de broma. El brasileño no miró. Ni al hincha ni a la pelota: inmediatamente, hizo su clásico pase direccionado hacia el lado opuesto de su vista.
Como si se tratara de un torneo clasificatorio, tiene en su cabeza la idea de ganar esta Libertadores porque siente que así logrará convencer a Scolari -que no lo tuvo en cuenta para la Copa Confederaciones- de que la suya es una buena alternativa para Brasil en el Mundial 2014. A los 33 años, está en un gran momento. Distendido y disfrutando de su juego, no se lo ve envuelto en escándalos mediáticos, como le ocurrió durante su estadía en Río de Janeiro, cuando jugó en el Flamengo. Ahora, instalado en Santa Luzia, barrio alejado del centro de Belo Horizonte, goza y rara vez esconde sus dientes (tarea difícil, por cierto) y se pone serio. Por el contrario, la sonrisa lo acompaña seguido, como cuando salió del Marcelo Bielsa levantando su brazo y saludando a la veintena del Mineiro que lo aclamaba; o a los que lo recibieron en el hotel de Rosario (incluidos infiltrados de Central); o como cuando partió desde Brasil, pese a que debió esconderse de los fanáticos que lo habían ido a despedir con honores de crack. De él deberán cuidarse Martino y su gente. No es poco
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